martes, 17 de junio de 2008

¿Quieres saber como llegaron los Hermanos al Paraguay?

ANTECEDENTES DE LA LLEGADA DE LOS PRIMEROS HERMANOS MARISTAS AL PARAGUAY (1958-1968).

PARTE I

En 1958, a raíz del XV Cap. General, el Hno. Superior General, Charles Raphaël ( Jean-Nicolas Ergen) y el consejo General lanzaron a todas las provincias Maristas un llamado a solidarizarse con los países del tercer mundo, principalmente con aquellos donde aun no se contaba con la presencia de los hermanos, y Paraguay figuraba en la lista. Era un llamado a incentivar el espíritu misionero y a realizar nuevas fundaciones, para que la obra de Marcelino Champagnat se extendiese hasta donde ese entonces todavía no había llegado.

Al año siguiente, se produjo en España la división jurídica de las Provincias Maristas de León, Norte, Bética y Levante para dar lugar al nacimiento de otras tres. León, Norte y Bética, dieron origen a Castilla y Madrid, mientras que Levante dio origen a Cataluña. El Hno. Ignacio Garmendia Querejeta, quien ya se venía desempeñando como Provincial de Levante desde 1957, fue nombrado Provincial de Cataluña.

En ese mismo año, el Consejo General y el Hno. Superior General sugirieron a la nueva Provincia de Cataluña la idea de ir a fundar en el Paraguay la obra marista. Sin contar a las Guyanas, el Paraguay era prácticamente en aquel tiempo el único país sudamericano que aun no contaba con la presencia de los hermanos; la última fundación marista en América del Sur había sido la del Ecuador, en el año 1957. Sin embargo, la misión sugerida a Cataluña no se llevaría a cabo sino no 9 años después.

No se podía realizar la obra de inmediato porque Levante y Cataluña estaban en aquel tiempo en proceso de consolidación como nuevas Provincias; primero que nada tenían que reorganizar sus respectivas comunidades ayudándose mutuamente, y eso llevó algo de tiempo.

Después el Hno. Ignacio Garmendia, Provincial de Cataluña, no quiso lanzarse a la realización de la empresa porque, como ya era un hombre de cierta edad, no se sentía capacitado como para afrontar todos los ajetreos que ella le supondría; además, según su criterio, no disponía de personal suficiente como para iniciar una obra así. Pensó entonces en dejar la tarea a un sucesor, pero en 1962 fue reeligido como Provincial por otro período más, y durante el mismo sus pareceres con respecto a la fundación en Paraguay no variaron.

El asunto había quedado en el aire, pero también en la mente de muchos Hermanos. La Provincia entera había sintonizado con la idea de la fundación, hecho que trajo como consecuencia en nacimiento de un espíritu misionero, cuya beneficiosa influencia se extendió por todas las comunidades y casas de formación. A lo largo de esos años de espera se realizaron numerosas misas, novenas, rosarios y oraciones especiales para que la tan anhelada misión pudiera realizarse en un futuro cercano.

El nuevo Provincial pone en marcha el proyecto.

En la sesión del 17 de diciembre de 1965, el Consejo General nombró al entonces Vice Provicial de Cataluña al Hno. Virgilio León Herrero, como nuevo Provincial de la misma, por tres años con efectos a partir del 15 de enero de 1966. Diez días antes de su nombramiento, el 8 de diciembre de 1965, se había clausurado el Concilio Vaticano II.

El primer Provincial posconciliar de Cataluña heredó de su predecesor la preocupación por la fundación en el Paraguay, la cual resurgió naturalmente con redoblado entusiasmo, como consecuencia del precioso documento conciliar sobre las misiones.

Movido por un entusiasmo sin precedentes, el Hno. Virgilio no perdió tiempo, y ya en su primer año de mandato empezó a realizar las primeras gestiones para enviar hermanos al Paraguay y así concretar el anhelo de todos.

En noviembre de 1966 habló con el Hno. Luis Gonzaga, asistente general. Este lo alentó a proseguir los trámites que en su día fueron hechos sobre la posible fundación en mencionado país sudamericano.

En 1966, en el mes de marzo, el Hno. Virgilio dialogó con el Hno. Manuel Rodríguez, secretario general de las Misiones Extranjeras y lo interesó en el asuntó. El Hno. Manuel le ofreció el legado – bastante voluminoso – de cartas y documentos anteriormente gestionados y se puso a su disposición para continuar con los trámites del proyecto. No tardó en comunicarse, por segunda vez – ya lo había hecho anteriormente - , con el Embajador de España en Paraguay y con el nuncio de S.S. en aquel país Vittore Ugo Rufi.

El tema de la fundación se trató en consejo Provincial de abril, el cual fue previamente informado de las gestiones empezadas, y se aprobó el seguirlas decididamente, para poder presentar al menos el deseo inicial al Capítulo General a la hora de rendir cuentas.

En mayo el Hno. Virgilio encomendó el asunto a las oraciones de las casa de formación. Deseaba que se pidiera a la Madre y al Señor por el buen desarrollo y éxito de las gestiones que se realizaban.

En ese mismo mes, el Provincial de Cataluña recibió una carta del Hno. Ezequiel Vaquerín Fernández, provincial de Córdoba (Argentina). Este enterado de lo que se quería llevar a cabo, se ofreció a hacer de intermediador ante el Nuncio en Paraguay, con quien le era relativamente fácil comunicarse. El Hno. Virgilio le escribió para agradecerle y aceptar el ofrecimiento.

También en mayo el Hno. Virgilio recibió otra carta; se la entregó el Hno. Luis Alvarez, Provincial de Castilla, ya que había llegado a las manos de este por otros medios. La carta era del Monseñor Jerónimo Pechillo, de la Prelatura de Cnel. Oviedo (Paraguay), quien se mostraba interesado en la posible fundación que los hermanos maristas iban a realizar en Paraguay. El asunto había llegado a sus oídos y en la misiva expresó su deseo de que los Hermanos se hicieran presentes en su Prelatura. El Hno. Virgilio, amablemente, le respondió con otra carta dándole las gracias por su interés y diciéndole que el proyecto estaba en estudio.


Otras gestiones.

El 21 de junio el Consejo Superior de Misiones extranjera, por medio de su secretario general, Hno. Manuel Rodríguez, manifestó al Embajador de España en Paraguay el deseo del Hno. Provincial de Cataluña de implantar una comunidad en el país para una obra fuera de la capital pero eficaz cerca de los necesitados.

El Embajador le pasó dicha comunicación al Nuncio durante la Conferencia Episcopal Paraguaya y así este pudo hacer llegar a los obispos del país la disposición misionera de los Hermanos de Cataluña. Mons. Aníbal Maricevich Fleitas, obispo de Concepción, diócesis situada en el norte de la región Oriental del Paraguay, se interesó en la propuesta.

El Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay fue el encargado de trasmitir estas informaciones al Hno. Virgilio para que empezase a tratar directamente con el obispo de Concepción.

Entretanto, el Hno. Ezequiel Vaquerín, Provincial de Córdoba (Arg.), recibió una carta del Nuncio, en ella le comentaba las gestiones realizadas, las propuestas concretas del Mons. Maricevich hacia los Hermanos y la situación vocacional en el Paraguay. También le sugería que, de ser posible, insistiese en las reuniones del Capítulo General extraordinario, próximo a realizarse, para que se autorizara una fundación en Paraguay, que sería provechosa a los efectos de dar buenas vocaciones a la congregación marista.


Durante el XVI Capítulo General.

En septiembre de 1967 el Hno. Virgilio estaba en Roma para participar del XVI Capítulo General. En su primer contacto con el Provincial de Córdoba, éste le entregó una carta que el Nuncio le había enviado. En ella el Hno. Virgilio pudo ver que ya se hablaba de dos fundaciones posibles: establecer una escuela profesional en la ciudad de Concepción; o regentar una escuela primaria y secundaria en la parroquia de Horqueta, de 25.000 habitantes, con sólo un sacerdote y sin comunidad religiosa, la diócesis se encargaría del edificio después de gestionar ante el Ministerio de Educación y Culto los sueldos para los acompañantes.

El Hno. Virgilio le escribió al Nuncio y la respuesta de éste llegó con suma rapidez. En la carta, el Nuncio le comentaba, además de otras cosas, las ansias del Mons. Maricevich de que viniera a su diócesis los Hermanos Maristas. También le decía que la cuestión de la fundación podría ser solucionada antes del comienzo del próximo año escolar, es decir, en febrero.

Al día siguiente de haber recibido la misiva del Nuncio, el 23 de septiembre, le llegó al Hno. Virgilio – con bastante retraso – una carta del Mons. Jerónimo Pechillo, obispo de la Prelatura de Cnel. Oviedo. Era la respuesta a la carta que el Hno. Virgilio le había escrito en mayo. Mons. Pechillo nuevamente hacía una descripción de la gente del país y de la situación de la Prelatura, esto en referencia a la gran ayuda que podrían aportar los Hermanos. Expresaba su hondo deseo de que éstos se hicieran presentes en Coronel Oviedo, cosa que prácticamente consideraba un hecho al menos cuando había escrito la carta.

En sus respuestas, el Hno. Virgilio hizo anuncio sobre la posibilidad de una visita pastoral antes de la Navidad para conocer el campo de apostolado y tratar los delicados asuntos de esta posible misión.

El Hno. Basilio Rueda, superior general, en larga conversación particular con el Hno. Virgilio y conociendo tan de cercar las necesidades de la Iglesia Latinoamericana, alentó el empeño de Cataluña, particularmente el viaje a aquellas tierras, como punto de partida para toda proposición formal.

Carta del Mons. Maricevich.

El Hno. Virgilio, tras su dialogo con el Hno. Basilio Rueda, le escribió por primera vez a Mons. Maricevich. Le decía que posiblemente en el mes de diciembre haría un viaje al Paraguay con el fin de entrevistarse personalmente con él y tratar directamente el asunto de la fundación.

La respuesta del Mons. Maricevich llegó a finales de noviembre. En la carta, el obispo expresaba su entusiasmo ante la obra que se estaba gestando y felicitaba al Hno. Virgilio por la decisión no muy fácil de realizar la fundación no en la ciudad capital sino en el campo, donde – según el prelado – las necesidades de las personas eran tantas y tan urgentes. También le hacía una descripción de cómo era la Diócesis de Concepción y le contaba que con el Consejo Diocesano se había llegado a ciertas conclusiones en relación a las necesidades a cuya satisfacción los Hermanos podrían colaborar en la Diócesis; dicha conclusiones eran textualmente las siguientes:

1. Desde luego que la Diócesis recibirá con mucho gusto a los Hermanos Maristas
2. Ofrecerles las siguientes posibilidades de trabajo:
a. Atención y dirección de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación y de la Facultad de Ciencias Contables y Administrativas de la Universidad Católica, filial de la de Asunción.
b. Dirección del Liceo parroquial de Horqueta, distante a 45 km. de Concepción.

Al finalizar su carta. Mons. Maricevich le expresaba al Hno. Virgilio que aguardaba con mucho gusto su visita, y recalcaba la importancia de la misma a fin de que conociese el terreno y se tomara así una decisión realista.

El viaje del Hno. Virgilio no pudo realizarse en diciembre, por lo que quedó fijado para mediados de febrero del siguiente año.


Viaje del Hno. Virgilio al Paraguay.

El Hno. Virgilio emprendió su viaje al Paraguay el 11 de febrero de 1968, en un vuelo de VARIG. Fallas técnicas causaron un retraso de 8 horas en el viaje. El Hermano permaneció en Río de Janeiro el día 13 hasta la mañana del 14. En Buenos Aires se encontró con el Hno. Ezequiel Vaquería, Provincial de Córdoba (Argentina). Ambos, además de hacer cosas, fueron a visitar a la Virgen de Luján.

Los dos Provinciales partieron para Asunción el día 17 de febrero. Al llegar, permanecieron allí 5 días para realizar contactos oficiales y relaciones de simpatía con algunas congregaciones religiosas, así como para conocer el nuevo ambiente, recogiendo datos de observación e información sobre la situación socio-económica-cultural.

El arzobispo de Asunción, Mons. Aníbal Mena Porta, se lamentó de que no hubiera escogido la capital para establecer la primera comunidad marista en el Paraguay.

Al finalizar su estadía por Asunción, los dos Hermanos partieron muy de mañanita para la ciudad de Concepción. Tras un viaje rápido en el servicio casi recién inaugurado de TAM (Transporte Aéreo Militar), se dirigieron al palacio episcopal. Pronto fueron atendidos. Con alegría y consuelo suyos, recibieron el primer abrazo del Sr. Obispo.

Mons. Maricevich, en este primer contacto, se mostró cordial y efusivo, hombre preocupado por el futuro de su Diócesis y de las posibilidades magnificas de colaboración. Por su parte, el Hno. Virgilio le entregó el esbozo de compromiso elaborado por los hermanos de Cataluña para que los estudiara.

Al día siguiente, en una nueva cita con Mons. Maricevich, éste le dijo a los visitantes: “Con toda intención, queridos Hermanos, en el relato del primer día fui realista y crudo, sin ocultarles nada de las dificultades en que se desenvuelve la Diócesis. Incluso con los padres Aquino y Báez (Vicario General y Administrador de la Diócesis, respectivamente) en la tarde de ayer comentábamos que era posible que la exposición de la realidad dura en que tendrán que moverse los hermanos, desprovista de todo atractivo material, les haya decepcionado. Y cual no ha sido nuestra alegría cuando estudiábamos anoche el esbozo de compromiso que redactaron al ver el espíritu conciliar con que han aceptado nuestra propuesta y su disposición para integrarse plenamente en la pastoral de la Diócesis”


El compromiso.

El esbozo de compromiso entre la Diócesis de Concepción y los Hermanos Maristas de la Provincia de Cataluña fue firmado el 23 de febrero por ambas partes contribuyentes: el Obispo de Concepción y el Provincial de Cataluña. Se acordó de fundar dos comunidades de Hermanos en la Diócesis: una en la ciudad de Concepción y otra en la ciudad de Horqueta.

En Concepción se ofrecía la posibilidad de regentar cátedras e incluso ejercer el Decanato en las facultades de Filosofía y Ciencias de la Educación y de Contabilidad y Administración, filiales de la Universidad Católica de Nuestra Señora de la Asunción, del Paraguay, con asiento en Asunción. Igualmente, se podría impartir enseñanza en el seminario de la Diócesis, en la misma ciudad de Concepción. También estaba la posibilidad de hacerse cargo de algunas cátedras en el Centro Regional de Educación. Y finalmente se pedía la colaboración de los Hermanos en la oficina Catequística de la Diócesis y en los movimientos apostólicos juveniles.

En Horqueta, población situada a 45 km de Concepción, sobre la ruta 5, se ofrecía la dirección de la enseñanza en el liceo parroquial, que ya funcionaba normalmente con una población escolar de 300 alumnos y ejercer otras tareas pastorales.

Los Hermanos debían vivir fundamentalmente de los sueldos asignados a las cátedras que regentasen. La Diócesis, por su parte, tenía que encargarse de conseguir unas casas decentes y con suficiente capacidad, que los Hermanos pudieran alquilar, de modos que ambas comunidades pudiesen llevar una vida canónica. Para el futuro inmediato, la Diócesis procuraría adquirir los terrenos en que los Hermanos pudieran construir ambas residencias.

La marcha en puesta de esta misión dependía de la aceptación del Consejo Provincial de Cataluña, que sería comunicada a su tiempo, y de la autorización de Consejo General.


Últimas gestiones.

El Hno. Virgilio regresó a Barcelona y luego fue de visita a la Casa Generalicia. En su entrevista con el Hno. Basilio Rueda, éste aprueba todos los párrafos de los esbozos de compromiso, celebrando sus magnificas oportunidades, que había que aprovechar sin precipitaciones improvisadas, pero con decisión y desprendimiento por parte de la Provincia de Cataluña. Al mismo tiempo, los dos comentan ampliamente los problemas que le planteaba la puesta en marcha de la misión y que se puede resumir en los siguientes: personal misionero, faceta económica, alojamiento de los Hermanos, criterios relativos a la colaboración, ambientación de la Provincia y preparación de los Hermanos. Cada uno de estos interesantes temas, al comentarlo con superior, se vinieron esclareciendo afinados, perfilados en sus líneas generales.

Al día siguiente, el Hno. Virgilio hizo una exposición al Consejo General. Todos sus miembros se interesaron por la misma misión que les deparaba la provincia después del Capítulo General y les encargaron trasmitir los mejores augurios a la Provincia, con el deseo de que la generosidad de sus hermanos respondiesen a los planes divinos

El asunto fue tratado con el Consejo Provincial para cursar seguidamente la petición al Consejo General. Una vez aprobada dicha petición, la comunicaron al Obispo de Concepción, y la Provincia de Cataluña pasó a vivir realmente en estado de misión en el Paraguay, postura que si bien entrañaba muchas exigencias y sacrificios, en ningún momento le cupo la menor duda al Consejo General de que los Hermanos de Cataluña sabrían encontrar espiritualmente su puesto de avanzadilla en la nueva frontera que establecerían al servicio del Reino del Señor.

El proyecto en marcha.

Concluidas las últimas gestiones para la puesta en marcha del proyecto de fundación en el Paraguay. El Hno. Virgilio quiso que la Provincia acompañase espiritualmente todo lo que se estaba por realizar, así que hizo algunas sugerencias a las comunidades: que la primera novena de principio de mes fuera de acción de gracias, determinando alguna práctica de mortificación para pedir feliz apertura de la Misión así como numerosas, santas y perseverantes vocaciones misioneras y por las necesidades múltiples de la ciudad de Concepción y de la Iglesia Paraguaya; que se aprovecharan sus relatos y los que seguirían en Cataluña Marista para ambientar a los formandos y alumnos de los colegios, y que se hicieran eco de dichos relatos las diversas revistas colegiales. Y por último, el Hno. Virgilio esperaba generosas aportaciones de los movimientos apostólicos y obras misionales, cuyas entregas se harían efectivas al Hno. Provincial con motivo de la visita y retiro de fin de curso; una vez al año darían amplia información de esas ofertas, omitiendo los nombres se tal era la voluntad de los donantes.

El Hno. Virgilio también informó que empezaría a recibir ofrecimientos personales para colaborar en la Misión del Paraguay, en cualquiera de las modalidades que en la próxima circular sería expuestas, reservándose siempre el regular la aceptación y el envío, de acuerdo con las normas que dictaban la prudencia, las exigencias de las obras provinciales y la afluencia de solicitudes en ese sentido. El Provincial deseaba que quedara bien claro que, si bien el buen gobierno le imponía esa exigencia de regulación y aceptación de los candidatos, a nadie, cuales fueran sus posibilidades, pondrían impedimento, de acuerdo con las normas que se dictaran en breve. La Misión estaba abierta incluso a la colaboración de Hermanos de otras provincias, siempre y cuando fuesen autorizados por sus respectivos Hermanos Provinciales.

Las reacciones en la Provincias no se hicieron esperar. Una gran ilusión misionera cundió por las mentes juveniles de los escolásticos, alimentadas por las recientes noticias. El Hno. Virgilio dio, al regreso de su rápido viaje las noticias y comentarios oportunos para entusiasmar el espíritu y la imaginación de los jóvenes formandos. Se despierta una gran expectación ante la noticia de la Misión del Paraguay entre todos los habitantes del seminario de Llinás. Los Hermanos se ofrecen voluntariamente para formar parte de la expedición de vanguardia.









En mayo, el Hno. Virgilio anuncia al obispo de Concepción que para el mes de septiembre u octubre mandaría a los Hermanos. Mons. Maricevich responde agradecido.


1968

Partida y viaje de los Hermanos.

En la tarde del jueves 26 de septiembre de 1968 se vivieron en el puerto de Barcelona unos momentos emotivos. Varios Hermanos de la Provincia se reunieron allí para despedir a los tres primeros misioneros que iban al Paraguay. El Hno. Juan Cruz Arbiol encabezaba el trío, los otros eran Félix Aldunate Castillo y Santiago Sánchez Gascón. Partieron en el barco Cabo San Roque, de la empresa Ibarra y Cia. El plan era enviar a 6 hermanos en un primer tiempo; los otros tres irían poco después y por separado.

Al día siguiente de la partida, los Hermanos llegaron a Cádiz (Andalucía), y dos jornadas después, el 29 en Vigo (Galicia). El día 31 arribaron a Lisboa (Portugal) y de allí partieron hacia Santa Cruz de Tenerife, en las islas Canarias donde llegaron el 3 de octubre. Ocho días después, el 11, tras cruzar el Atlántico, llegaron a Recife (Brasil)

El día 13 llegaron a Río de Janeiro. Dos Hermanos de esa ciudad fueron para ver a los viajeros, pero estos no pudieron dar con ellos. El Hno. Juan Cruz había sufrido grandes mareos durante su travesía y quería apearse en Río, pero el capitán del barco no se lo permitió. La escala fue de pocas horas. Ese mismo día llegó la barca a Santos, y después de otras dos jornadas, el día 15, a Montevideo (Uruguay). Allí quedó varias horas y los hermanos pudieron descender del mismo. Dos maristas del colegio Santa María de Montevideo los llevaron a hacer una rápida visita por la ciudad y al mencionado colegio. Incluso visitaron el juniorado San José, que estaba a 24 kilómetros de la capital.

Al día siguiente, el barco llegó finalmente a Buenos Aires a las 8 de la mañana. Allí esperaban a los viajeros los Hermanos de la Provincia de Luján; uno de ellos era el Hno. Berchmans, quien gracias a sus amistades pudo diligenciar rápidamente los trámites aduaneros de rigor. Después los viajeros fueron llevados, junto con su voluminoso equipaje de 700 kilos, a la residencia provincial Sagrada Familia, en la calle Cochabamba, donde los hospedarían.

El Hno. Ireneo Domingo, el administrador provincial y su hermano carnal, el Hno. Berchmans (Ángel Domingo), el director del GRAM (Editorial), se encargaron de tramitar todos los pasos para que los hermanos pudieran proseguir el viaje hasta Asunción del Paraguay, el cual se retrasó unos días debido a que las aguas del río Paraná estaban bajas y no permitían el calado de los barcos.

En los días en que los hermanos permanecieron en Buenos Aires, los hermanos antes citados los hicieron visitar las casas maristas más cercanas: Champagnat, Belgrano, La Inmaculada y otras, e hicieron un gran recorrido por el Gran Buenos Aires. También los llevaron a visitar algunos colegios del interior: Morón, Luján, La Plata.

Llegada al Paraguay.

Los tres hermanos salieron de Buenos Aires el 26 de octubre con rumbo a Asunción. Los Hnos. Félix y Santiago los hicieron por río, un barco de la Flota Mercante del Paraguay: el “Gral. Stroessner”. Este barco había sido fabricado en España y tenía dos años de inaugurado. El Hno. Berchmans había ubicado a ambos hermanos en el mejor camarote, con refrigeración, teléfono, etc. Durante el trayecto se organizó a bordo una fiesta bailable, y el capitán llamó por teléfono a los Hermanos, cuando ellos ya estaban dormidos, para invitarlos a que asistieran; no se había dado cuenta o no sabía quiénes eran y al día siguiente les pidió disculpas.

El Hno. Juan Cruz no se había atrevido a realizar el viaje por río por temor a sufrir mareos nuevamente; por eso, el mismo día 26, después de la partida del barco de sus hermanos, su puso en camino a Asunción en un ómnibus de la empresa La Internacional, con boleto gratuito. El dueño de la empresa, gran amigo del Hno. Berchmans, no permitió cobrar el viaje “a un misionero venido de España para trabajar en la vecina y noble nación Paraguaya”; esa fue la frase justificativa.

El Hno. Juan Cruz realizó el trayecto de 1.800 kms. en aproximadamente 30 horas. El viaje concluyó en la ciudad fronteriza de Clorinda, junto al río Paraguay. El misionero cruzó el río en una enorme lancha y llegó finalmente al puerto de Itá Enramada, ya en tierra paraguaya, era ya el día domingo 27 de octubre.

En el puerto, el Mons. Maricevich esperaba al Hno. Juan Cruz. En su propio vehículo lo llevó a Asunción, distante a unos 8 km. del lugar. Durante el breve viaje, el misionero, observó y contempló a las personas y el ambiente del país al que llegaba. Hizo algunas preguntas al obispo mientras recorrían las distintas calles asuncenas. Y finalmente, llegaron a la calle Colón, donde los Padres Jesuitas tenían su residencia Provincial, la parroquia y el colegio Cristo Rey. Los Padres, alojarían a los hermanos en su acogedora casa cuantos días fueran necesarios, sin restricciones de ninguna clase, es decir, mientras los hermanos permanecieran en Asunción. Cuando el Hno. Juan Cruz llegó, los Padres tenían ya dispuestas tres habitaciones para los viajeros. La mayoría de los sacerdotes eran españoles y entre ellos había cuatro ex alumnos de los maristas en Valdemia y Sevilla.

Los Hnos. Félix y Santiago llegaron al día siguiente, 28 de octubre, al puerto de Asunción, con los 700 kilos de equipaje en grandes paquetones; la mayoría de su contenido eran libros y el Hno. Juan Cruz esperaba a los Hermanos en el puerto asunceno.

Luego de dar alguna vueltas por la ciudad, llegaron a la residencia de la calle Colón, donde los Padres Jesuitas reiteraron con los recién llegados toda clase de atenciones y delicadezas, con la fina amabilidad que caracteriza a los sacerdotes de la Compañía.


Estadía en Asunción.

Durante los días que los hermanos estuvieron en Asunción, Mons. Maricevich tuvo la gentileza de presentarles a varias de autoridades de la República. El Sr. Ministro de Educación y Culto, Dr. Raúl P. Peña les dio una acogida muy atenta y llena de cordialidad. Conversaron con él en su despacho del Ministerio casi una hora. Mostró un tanto de extrañeza al enterarse de que uno de sus puestos de trabajo era Horqueta, situada en el interior, “donde no suelen aposentarse los extranjeros que por primera vez llegan a Paraguay”. “Prefieren la Capital”, añadió. En la mente de los hermanos siempre estuvo presente que su campo de misión sería el interior, la campaña, la parte más desfavorecida.

Visitaron también al Arzobispo de Asunción, Mons. Aníbal Mena Porta, quien les dio un fuerte abrazo y se alegró mucho de su llegada; hacía tiempo que lo esperaba. Después fueron a ver al Embajador español Giménez Caballero, quien los recibió en la sede de la Embajada.

La visita al Nuncio Inocenti fue muy cordial y familiar. Al día siguiente los invitó a comer en su palacio, donde la etiqueta protocolaria fue de gran gala.

El día 30 de octubre los Hermanos cargaron los bultos en una lancha para enviarlos rumbo al norte.

Un periodista del semanario “Comunidad” de la Iglesia Paraguaya, hizo una entrevista al Hno. Juan Cruz sobre la congregación marista, origen, extensión, etc. Y la siguiente semana salió un gran artículo, ilustrado con una foto improvisada durante el interrogatorio.

La primera casa marista en el Paraguay

La ciudad de Concepción, a la altura del Trópico de Capricornio, con sus entonces 20.000 habitantes, era la capital natura del norte del país. Antiguamente un puerto Franco floreciente, se mantenía en una fase de regresión, consecuencia de la revolución de 1947, que la trajo sanciones. Tenía tendido eléctrico, pero no así agua corriente y cloaca, salvo rara excepciones. Casi todas calles céntricas estaban adoquinadas. Tres grandes plazas con lindo jardines daban un cariz alegre a la población. Un respetable puerto admitida los mismos barcos que el de Asunción. La industria principal y a pequeña escala era el trabajo del cuero y de la madera. Anteriormente una vía férrea de explotación forestal unía a Concepción con Horqueta; las antiguas máquinas adornaban algunas calles céntricas. La zona norteña era netamente agrícola y ganadera. La pesca podría hacer sido una
gran riqueza, pero como sobreabundaba la carne dejaban tranquilos los enormes peces del río. Este era el ambiente de la ciudad en que se estableció la primera casa marista en el Paraguay.

El viernes 1 de noviembre, día de todos los santos, en un pequeño avión de 5 plazas, los Hermanos partieron a la perla del norte, como también se la llama a Concepción. Los acompañaba Mons. Maricevich. Salieron a las 6 de la mañana, y en poco más de una hora de vuelo apacible divisaron la ciudad desde lo alto. Y a petición del obispo, el gentil piloto, apodado “Pato” el cual era cuñado del padre Canillas, uno de los sacerdotes jesuitas, dio dos vueltas sobre el poblado para que los viajeros pudieran contemplarlo. Ellos constataron la geometría perfecta del trazado de las calles.

El piloto avisó por radio que llegaban y dirigió el avión hacia el aeropuerto. En la pista de aterrizaje, que era de tierra, salieron a recibirlos el Vicario de la Diócesis, Demetrio Aquino, el Padre Oscar Páez Garcete, Rector de la filial de la UCA (Universidad Católica de Asunción). Fueron todos a la curia y allí almorzaron un sabroso asadillo, el primero de la serie que se repetiría cada año.

Finalizado el almuerzo con largas sobremesa, donde ya se trataron varios temas de interés, el obispo y los dos sacerdotes acompañaron a los Hermanos a su casa, ya preparada con todo cariño por las Hermanas educacionistas franciscanas que se hacían cargo del hospital regional. Ellas fueron las primeras cocineras de los Hermanos.

La casa era alquilada y estaba ubicada en la calle Brasil número 40, casi en el centro la ciudad. Su terreno era de 40 x 20 mts. y tenía la ventaja de estar en frente mismo del gran colegio San José de los Padres Salesianos, fundado hacía casi 70 años. Allí también estaba ubicada la parroquia. La nueva morada causó gratísima impresión a los Hermanos: tenía instalación de agua corriente, cosa rara en la ciudad; el agua se la pasaba los Padres Salesianos de su gran pozo. Estaba equipada además, con baños modernos y duchas. Tenía cuatro habitaciones, dormitorios, salita de estar, y una capilla con el escudo del Mons. Julio Benigno Laschi, obispo auxiliar de Concepción y propietario de la casa, quien estaba postrado en cama con grave enfermedad. Tres catres con sus respectivos colchones y cuatro sillas era todo el ajuar del inmueble y naturalmente prestado.

Primeros días en Concepción.

Al día siguiente de su llegada a Concepción, acompañado por Mons.Aquino, los Hermanos fueron de compras. Trajeron cuatro camastros a usanza del país, mesas, sillas, vajillas, colchones de algodón, y sobre todo, eso sí, una nevera, pues los hermanos se morían de calor. Tampoco faltaban los mosquiteros de rigor, tan necesarios o más que la nevera. Los misioneros habían sido recibidos muy calurosamente de parte del clima: 36 grados Celsius. Para aliviarse del calor dormía en el patio, bajo los naranjos y a la acechanza de los mosquitos.

Casi cada día y a la hora menos pensada, aparecía el obispo para visitar a los Hermanos y darles algunos consejos prácticos para su adaptación al nuevo ambiente, el almuerzo y la cena se los enviaban las hermanas del Hospital Regional; un niño aparecía cada día a las 12 trayendo la comida en sus ciambreras. Era de agradecer el cariño con que la Hermana Manuela Quintana servía a los Hermanos; estaba llena de buena voluntad, la cual, aunque era grande, no alcanzaba a llenar el volumen de los clásicos recipientes atados con una faja de aluminio. Hasta casi comienzo de curso los Hermanos fueron servidos a domicilio.

A los pocos días de sus llegada y acompañado siempre por Mons. Maricevich, los Hermanos presentaron los saludos de rigor al señor vicecónsul español, Don José Luis Canillas. Era zamorano y estaba casado con una señora hija de padres españoles, ambos fueron muy amables con los Hermanos. Días más tarde los invitaron a un almuerzo español. Estos señores además de regentaban la farmacia Iberia, una de las más importantes de Concepción.

El señor intendente de la ciudad recibió a los hermanos en su despacho, les ofreció sus servicios, e incluso una manzana de terreno para hacer en el futuro un polideportivo. Pero, debido a ciertas circunstancias y azares de la vida, no pudo realizarse esa gran idea.

Durante un festival en el colegio Salesiano se presentó a los Hermanos el señor delegado de gobierno, también dispuesto a colaborar con ellos. Y así lo hizo efectivamente cuando se presentó la ocasión en las obras de la ciudad de Horqueta. Había nacido en esa población y cerca de donde estaba la futura casa de los Hermanos.
Los Hermanos van a Horqueta.

Después de unos 20 días de vida monótona, sudorosa y casi monacal en Concepción, los tres Hermanos se dirigieron a la ciudad de Horqueta en el coche de la curia, acompañado por sus anfitriones: el obispo y su vicario.

Horqueta está a 45 kilómetros de Concepción, en la ruta 5, su población era de unos 8.000 habitantes y sumando las compañías adjuntas pasaba de los 20.000. En la ciudad no había electricidad ni agua corriente. Cada vecino se alumbraba como podía; lo normal era con el “sol de noche”, una lámpara a kerosén. El agua se sacaba de los pozos, que no solían tener más de 25 metros de profundidad. Las calles eran rectas y estaban llenas de pasto; en ellas sesteaban y pacían tranquilamente toda clase de cuadrúpedos: caballos, vacas, cerdo, etc., que a veces solían invadir las casas.

Cuando los Hermanos y sus acompañantes llegaron a la ciudad, el señor cura párroco, José Venancio Ortellado, los invitó a comer. Y naturalmente lo hicieron al aire libre, pues hacía un calor excepcional al que los Hermanos no estaban acostumbrados; era primavera y se preguntaban cómo sería el verano.

Los misioneros también pudieron ver su futura casa ya que el párroco y el vicario habían dado los pasos pertinentes para su compra, el Hno. Virgilio León, con muy buen criterio, había encargado al señor obispo que adquiera para los Hermanos alguna vivienda que les resolviera el problema de alojamiento al menos por un tiempo; dicha vivienda debía estar en buenas condiciones tanto de ubicación como económicas. Y así era. La adquisición había sido un éxito, por el insignificante costo de 150.000 guaraníes (casi 1072 $/ 1 dólar USA era igual 140 guaraníes) la curia compró una casa para los hermanos. La vivienda poseía dos habitaciones de 5 x 5 metros, cocina de 3 x 3 metros, una sala de estar o cobertizo de 8 x 4 metros, y estaba ubicada en un terreno que abarca casi una manzana de 86 metros de lado. Tenía además un buen pozo de agua de 17 metros de profundidad. La casa se encontraba en lo más céntrico del pueblo, junto al puesto de trabajo de los hermanos.

La población contaba con una escuela nacional de 700 alumnos, construida hacía poco por norteamericanos de la misma dependían otras tres escuelas situadas en los barrios del poblado. El liceo nacional Jorge Sebastián Miranda sólo tenía tres cursos de bachillerato nocturno.

Por otra parte estaba el liceo parroquial Alejo García, donde trabajarían los Hermanos. Se había fundado en el año 1960 era mixto y contaba con los 6 cursos de secundaria. El terreno donde estaba construido pertenecía al Ministerio de Educación y Culto. La institución que era la vez Escuela Sagrado Corazón, constaba de tres aulas de 7 x 5 metros y otras tres de 4 x 3 metros, tanto el liceo como la Escuela habían sido fundados por el párroco don José Venancio Ortellado, debido a la urgente necesidad y carencia de la formación humano-cristiana. El edificio, levantado junto a la Iglesia parroquial, fue costeado con gran esfuerzo por dicho sacerdote y la pequeña ayuda de los parroquianos de gran carestía económica como toda la gente del norte del país. Un mobiliario y unas sabanas extremadamente rudimentarios cubrían esas primeras necesidades para dar un techo y medio de trabajo al alumnado. La escasez del profesorado y de medios económicos amenazaba con el cierre del liceo cuando llegaron los hermanos.

lunes, 19 de mayo de 2008

Album marista

Bienvenidos a la historia viva de los primeros hermanos maristas en Paraguay. Son los primeros, ellos, quienes pusieron su corazón para que nosotros vivamos el sueño de Marcelino Champagnat. Hoy, después de 40 años de presencia y entrega, seguimos con una mayor esperanza.

A los primeros Hermanos que pisaron tierra paraguaya. Gracias =)



Orden descendente: Hno. Higinio Blanco, Basilio Rueda (Sup.General), Felix Aldunate, Vicente Villalaín, Juan Cruz Arbiol, Jaime Girbau.




Los primeros hermanos con el Hno.Superior
General Basilio Rueda. 1971



El Hno. Santiago Sánchez sacando agua del pozo



El hno. Santiago Sánchez abriendo una ventana para el baño